Mujeres de cartón

Por Chiara San Inn

 

El mismo estereotipo femenino que encontramos delineado en cierta literatura refinada, como el “Libro de las niñas” o “Reglas de urbanidad y buenas maneras”, se puede encontrar también en las imágenes de los cuentos disneyanos, como parte de la ideología de Walt Disney que, según parece, ha sido fascista, antisemita, anticomunista, masón, según la época, y sobretodo exponente de los valores de la American way of life (en contraposición caben citar los 69 fotomontajes del artista valenciano Josep Renau bajo el título Fata Morgana USA: American way of life)

Los largometrajes de Walt Disney han muchas veces manipulado y reinterpretado cuentos clásicos virando hacia tonos pastel con final dorado para que pudieran encajar en ese Estilo de vida americano, contribuyendo a la difusión planetaria del modelo estadounidense.

Evidentemente la mujer que respete los cánones actuales de belleza funciona de reclamo estético. Sonrisa inmaculada, largos cabellos, pechos grandes y firmes, ni un gramo de grasa…

El mundo de golosinas de los cuentos de Disney transmite y globaliza estos dictámenes patriarcales.

Si bien estos modelos femeninos varían con el paso del tiempo, hay puntos en común, tal como nos explica Joseph Campbell en su “Héroe de las mil caras”, donde nos cuenta que en mitos, cuentos populares y leyendas hay patrones que se repiten constantemente y que tienen que ver con la búsqueda perpetua de nuestro origen.

El héroe o heroína, tiene que superar pruebas cada vez más difíciles, hasta llegar a la última, la prueba suprema, que podrá ser superada gracias a lo aprendido hasta entonces. Este paso supondrá la llegada de la tan ansiada recompensa.

Esta estructura es también la de los cuentos de Disney, al ser adaptaciones de cuentos populares. En todos hay un ayudante, un héroe que tiene que llegar a una meta, un malvado que actúa contra ellos y una recompensa final.

Éste es el esqueleto de cada película disneyana, pero varía el contenido: en las primeras la heroína espera sumisamente el desenlace de su destino, mientras que con el paso del tiempo, al dejar de lado su delantal y escoba, se convierte en protagonista de su vida, aunque sigue vigente la búsqueda del hombre perfecto, pues ella es la mujer perfecta…

También se puede notar como la asociación bello=bueno y feo=malo se presenta prácticamente en todas ellas, pues lo estéticamente aceptado adquiere virtudes heroicas, mientras que lo distinto se mantiene en un plano marginal. Esta dualidad maniquea, herencia de los mencionados estereotipos patriarcales, forma parte de nuestro inconsciente, gracias a la ola expansiva de cantos y piruletas sintéticas; creando prejuicios negativos muy arraigados.

Aquí la Princesa Rosa busca a su Príncipe Azul, como sexo débil que solo puede valerse si encuentra a un ente protector masculino.

Estos príncipes siempre son fuertes y varoniles, de espalda ancha, comprensivos y generosos.

De esta manera hemos crecido anhelando la perfección física y el amor eterno, pues nos hicieron entender que eran las claves de la eterna felicidad.

Pero…

¿Quién nos salvará de nosotras mismas una vez que el espejo se rompa?

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